
Decálogo: mirar y escuchar a los demás
Uff, cómo nos cuesta escuchar a los demás… porque lo primero es educar; lo primero es hacerle saber lo que tiene que hacer o, en el mejor de los casos, por qué lo tiene que hacer; porque estamos cansadas, preocupadas, alteradas, distraídas, sin energía. Nos cuesta escuchar, a nuestros hijos e hijas y al resto del mundo, porque para escuchar a los demás hay que tener energía, hay que frenar, hay que deshacerse de los miedos, las inseguridades, hay que tener tiempo y disponibilidad…
Mirar y escuchar a los demás, un acto sencillo y natural
Pero nuestros hijos e hijas necesitan que las escuchen, que las miren, que las atiendan, necesitan sentir que la relación con mamá o papá no se basa siempre en el adoctrinamiento o la educación, sino en el estar, en la charla sencilla. Necesitan dejar de ser invisibles.
Este es un punto importante en mi Decálogo para una crianza consciente, junto a los demás puntos: amor incondicional, respeto…
Para ello has de parar, hacerte consciente, escuchar lo que dice sin tener que dar necesariamente una respuesta, pero validando con una palabra de asentimiento o con la mirada atenta. Y olvídate de tener que dar siempre consejos, lecciones, avisos. Mírale a los ojos y escucha sin más. ¡Qué difícil!, ¿verdad? Ahí tenemos un buen tema para trabajar. Te recomiendo un libro maravilloso que versa sobre el tema: Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y escuchar para que sus hijos le hablen.
La herida que infligimos al no mirar ni escuchar a los demás
Los niños y las niñas viven como un golpe en el alma cuando no se los escucha ni se los mira. Nunca podré olvidar la mirada trémula y acuosa de mi hija al decirme: «No me estás escuchando». Al no escuchar a los demás, al no mirarlos, estamos diciendo que no nos importan. Es un golpe muy duro para ellos.

Foto: Dimitris Vetsikas, Pixabay.
Florecer
La mirada y la escucha es la lluvia que nutre a la planta, que la hace crecer y florecer. Si no somos mirados y escuchados nos marchitamos. Nuestros hijos e hijas y nosotras mismas. La mirada, la escucha, nos hace visibles, nos afirma que importamos a alguien. Las niñas y los niños necesitan este gesto por parte de su padre y su madre. Conforme vamos creciendo, hemos de sustituir la mirada y la escucha de los demás, por la nuestra propia. Yo me escucho a mí misma, yo me miro a mí misma y eso me basta. Y aunque necesitamos a los demás para subsistir, nuestro núcleo es fuerte y nos permite gozar de independencia y autonomía.
Pero te voy a contar un secreto: para que esto ocurra… o, mejor dicho, para lograr esta independencia y autonomía, facilita mucho el haber tenido una infancia en la que fuimos escuchadas y miradas. El amor nos hace indestructibles, fuertes, autónomos, libres.
Un microcuento
«Mamá mira, mamá mira…» Y tú miraste. Entonces el niño floreció y de él se desprendió el más rico de los aromas. La primavera creció en su pecho.

Foto: Mahandeep Singh.
Foto de portada: Alexas Fotos, Pixabay.
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